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La casa de las chapuzas

Luz y mar

Luz y mar

Estaba amaneciendo. La luz del Sol, iluminaba la playa, dándole un deslumbrante color al mar.

Allí estaba ella, mirando. Tal vez, soñando.
La tristeza, se reflejaba en sus ojos. El viento movía su oscuro cabello, al que los rayos del Sol, llenaban de esplendor.
Estuve un tiempo, mirándola, sin atreverme a hablarle. Aún no se había dado cuenta de mi presencia.
Inmóvil, como una bella estatua, estuvo durante un buen rato. La arena, danzaba a su alrededor, sin interrumpìr sus meditaciones.
El cielo, se iluminaba cada vez más, invitando a disfrutar de la vida, y a la alegría de vivir.
Pero ella, seguía igual, en su eterna contemplación del mar. Tal vez, quería atravesarlo con la mirada, y llegar a esas tierras de ensueño, que anhelaba.
Yo, vacilé ¿Debo acercarme, o dejarla soñar?
Así estuve durante un rato, luchando en mi interior, temiendo interrumpirla.
Nada. Solo paz, la arena en movimiento, y el balanceo de su oscuro cabello.
A lo lejos, un perro correteaba, jugando con su amo, al tiempo que ladraba alegremente. Más allá, a lo lejos, un hombre, se metía en el agua, y agachándose en el fondo, exploraba el fondo marino  para conocer las maravillas de su interior, o descubrir la ciudad sumergida de Tartessos. Sentí envidia al no estar en su lugar.
Ante tal espectáculo, apagué la música de mis oídos,  para entender el diálogo, entre el mar, el Sol, la arena y el viento.
Inspirado, creí oir una invitación, para acercarme. Sí, no puede más.
Así que decidí ir a por ella. Su presencia, es toda una bendición, pero su ausencia, es el más terrible de los dolores.
Ella, seguía inmóvil. La arena, con furia, me golpeaba, como si quisiera hacerme desistir.
Si bien, no consiguió detener mi marcha, sí consiguió hacerme llorar. Pero ¿Fue la arena?
Ya estaba cerca, y la arena seguía, dale que dale, golpea que golpea.
Cegado, conseguí acercarme ¿Qué hara cuando me vea? ¿Se enfadará por interrumpir sus pensamientos?
Entonces, ella sonrió. Y sin volver la cara, dijo con su graciosa voz:
 
“Estabas tardando, creí que no vendrías”.
 
Se volvió hacia mí, desafiando a mis ojos, con su sonriente mirada.
Entonces, ví, que no miraba al mar. Sino al amor y la ternura.

En sus manos, tenía un espejo.

1 comentario

Juan -

Esta muy bonito tu blug mucho exito